Pinos Puente

PINOS PUENTE

La capitalidad del municipio, está situado al noroeste de Granada, al pie del Piorno y Sierra Elvira, el cual es atravesado por el río Cubillas.

Para pasar de una orilla a otra, el río cuenta con tres puentes:

    • El puente de la Virgen de origen romano y catalogado como califal del siglo XI.
    • El puente del Tranvía o de hierro.
    • El puente de la Nacional de GranadaCórdoba.

En el núcleo del pueblo, existen todavía casas señoriales, prueba del gran desarrollo que tuvo a principios del siglo XX, como son la casa de Dª Eva, casa del Juzgado de Paz, la Posada del Puente, etc.,  situadas casi todas en la Calle Real y alrededores.

LA PREHISTORIA

Los albores de la historia pinera se inician en la temprana época del Paleolítico (100.000 – 30.000 a.C.), momento en que la La Vega de Granada y sus alrededores comenzaron a ser habitados. En este sentido, hay que destacar que fue relevante la privilegiada orografía pinera ya que, además de sus ricas y fructíferas tierras, suponía un enclave estratégico por la confluencia de diversos pasos y espacios naturales.

De esta época son pocos los restos arqueológicos que se han hallado hasta la fecha, bien porque probablemente muchos yacimientos hayan desaparecido con el devenir del tiempo, o bien porque todavía no hayan salido a la luz y no han sido objeto de estudio científico aún. Sin embargo, es imprescindible destacar los pocos restos arqueológicos hallados en el Cerro de los Infantes, donde se han hallado utensilios elaborados con la tecnología elemental de la época, en hueso y madera, y que nos indican ya un claro uso del fuego.

 

Material cerámico de La Molaina

Material cerámico de La Molaina.

 

La antropización de La Vega continuará y se desarrollará durante el Neolítico (VI – V milenio a.C.), momento del que se han encontrado abundantes vestigios y registros arqueológicos de gran importancia. Tal es el caso del “Cerro de los Infantes” y en especial “La Molaina”. Este último se constituye como el primer asentamiento al aire libre de toda la Andalucía Oriental, donde se halló una fosa de enterramiento con varios restos óseos humanos todavía en posición original encogida. Además, la cultura material hallada está compuesta por un registro de materiales novedosos, como un gran número de fragmentos cerámicos, casi un centenar de piezas de sílex, fragmentos de mármol blanco que corresponden a brazaletes neolíticos, más de medio centenar de cuentas de collar que probablemente estuvieron pintadas en color rojo y pinturas rupestres.

 

Brazaletes de piedra de La Molaina

Brazaletes de piedra de La Molaina.

 

Se ha comprobado que esta población vivió principalmente de la agricultura, el pastoreo, la caza y la recolección de la zona. No hay que olvidar que en la vega granadina los niveles freáticos de agua se encuentran casi en la superficie, por lo que se convierte en una zona idónea para la plantación y cultivo cerealístico.

Una parte de la cultura material hallada en el Cerro de los Infantes y La Molaina, se puede visitar en el Centro de Interpretación de la Ruta Colombina del municipio.

LA ANTIGÜEDAD

La Cultura Ibérica

Pinos Puente estuvo habitado por poblaciones indígenas peninsulares desde la Prehistoria, de modo que fueron muchos pueblos los que pasaron por ella antes de la romanización. Tal es el caso de los íberos, poblaciones indígenas que mantuvieron relaciones e intercambios con los fenicios a su llegada a las costas malagueñas y granadinas. Así lo atestiguan los restos arqueológicos cerámicos de origen e influencia fenicia, como son numerosas fuentes carenadas de hombro marcado y borde recto, además de vasijas globulares con cuello marcado. Además, se ha podido comprobar que algunas vasijas eran de importación fenicia como platos, ánforas y copas, por lo que los intercambios y la integración con la población fenicia debieron ser constantes.

En este sentido hay que destacar que el núcleo poblacional se situaba en el Cerro de los Infantes, donde se han hallado vestigios  arqueológicos, entre los que destacan algunas zonas de habitación, un horno alfarero donde se cocían las ánforas, vasijas y  cerámica en general, de la que han quedado numerosos restos que han llegado hasta nuestros días. También el Cerro de las Agujetas ha aportado interesantes datos que apuntan que pudo ser un lugar de enterramiento asociado al Cerro de los Infantes. Del mismo modo, hay que destacar la aparición de elementos fibulares, en concreto una fíbula de codo “tipo Huelva”, poco característicos y singulares de la zona, como su ausencia de decoración incisa, tan habitual en todos los hallados en la zona y que se ha fechado entre la segunda mitad del siglo X y la primera del IX a.C.

 

Espuela de bronce - Fíbula de tipo Alcores en el Cerro de las Agujetas

Dibujo fotografía de espuela de bronce. Fíbula de tipo Alcores en el Cerro de las Agujetas.

 

De Casanueva, también se han recuperado restos cerámicos y en concreto unos botones cónicos identificados como de atalajes de caballos o complementos de carros.

Sin embargo, hay que destacar los relieves íberos conocidos como “Los Caballicos”, que representan a unos caballos, una de las deidades veneradas por la población íbera y que recientemente han sido restaurados y que dos de ellos se encuentran en el Centro de Interpretación de la Ruta Colombina de Pinos Puente, y otros dos se hallan en el Museo Arqueológico de Granada junto con varias esculturas de toros ibéricas también pertenecientes a esta zona. Estos relieves pudieron formar parte de una necrópolis o un santuario dedicado al culto al caballo, muy característico de la cultura ibérica. En este sentido también hay que destacar los hallazgos de espuelas de bronce ibéricas  en el Cerro de las Agujetas, constituyéndose como los primeros ejemplares hallados en la provincia de Granada.

Además, hay que poner en relevancia que la epigrafía, numismática y fuentes escritas posteriores de época romana procedentes del siglo I d.C., nos indican una plena integración de esta  antigua población nativa con influencias fenicias, a la nueva población romana que se formará tras la caída de Cartago y las conquistas romanas peninsulares.

La romanización de Ilurco

El inicio de la romanización de la Península Ibérica empezó con los enfrentamientos entre romanos y cartagineses conocidos como las Guerras Púnicas. A raíz de ello, los cartagineses empezaron a emigrar y colonizar la Península Ibérica, estableciendo relaciones comerciales de intercambio con los nativos. Al poco tiempo, y descubriendo las ventajas del enclave marítimo que suponía el sur peninsular sobre el Mediterráneo, además de todas las riquezas y recursos naturales interiores, los cartagineses fundaron Cartago Nova (actual Cartagena) y diferentes colonias en las costas andaluzas. Sin embargo, los romanos pronto se dieron cuenta del peligro que esto suponía, de modo que tras la segunda y tercera guerra, los destruyeron en su totalidad y ocuparon Iberia, la actual Península Ibérica. En este sentido, todo el sur peninsular, incluyendo la zona de Granada fue igualmente conquistado por los romanos, anexándose y romanizando los núcleos de mayor entidad poblacional de la zona, como lo fueron: Ilurco (Pinos Puente) Iliberis (Granada), Castulo (Linares) y Obulco (Porcuna).

Situada en el Cerro de los Infantes, Ilurco supuso un antes y un después en la historia de Pinos Puente. Considerado como un municipio romano de derecho latino según Plinio, se configuró como uno de los núcleos urbanos más importantes de la región junto con Illiberis (Granada). Proyectó su influencia por gran parte de la vega granadina, como Caparacena, Ansola, Brácana, Escóznar, Zujaira, Puerto López, Valderrubio, Láchar…, además de abarcar diversas ocupaciones como la villa de Daragoleja, la villa del Cortijo del Canal, la villa del río Bermejo, Villa del Arroyo del Coscojar o la villa de Caparacena, entre otras. Su valor estratégico residía en que servía de nexo entre la vega granadina y la subbética, pasando por la ciudad dos caminos: uno hacia Corduba y otro hacia Castulo.

 

Ilurco, de Francisco Heylan. Siglo XVII. Grabado para la obra "História Eclesiástica de Granada", de Justino Antolinez de Burgos

Ilurco, de Francisco Heylan. Siglo XVII. Grabado para la obra «História Eclesiástica de Granada», de Justino Antolinez de Burgos.

 

Su época de mayor esplendor coincide con los inicios del imperio en Roma y el ascenso de Augusto como emperador hacia el año 27 a.C.  En esta etapa se sabe que se acuñó una moneda, concretamente un as en bronce con cabeza varonil por ambos lados, donde se podía leer la leyenda Ilurcon.

De esta época son numerosos los vestigios arqueológicos y la abundante cultura material que se ha podido documentar, como son: fragmentos de cerámicas greco-itálicas y republicanas, epigrafía, numismática, numerosas esculturas en mármol y bronce (Apolo con su lira, Venus con Cupido, Baco y Esculapio, entre otros). También diversos tipos de elementos cerámicos culinarios como son jarras, platos, ánforas, sigillata romana, etc.

Tampoco hay que olvidar los restos y cimientos que se han hallado de un gran edificio que pudieron ser unas termas o los restos de muralla que han sido documentados por profesionales de la Universidad de Granada.

Del mismo modo, a través de las 37 epigrafías y onomástica, se sabe que en Ilurco convivieron diferentes clases sociales, como ciudadanos, libertos, esclavos o extranjeros.

En cuanto al culto religioso, también se ha podido saber que se rendían culto a los dioses manes (relacionados con la familia y lo doméstico) y lares viales (los protectores de los caminos y viajeros). Cabe destacar que en Ilurco es el único municipio de la Bética en el que se ha documentado el culto a este tipo de dioses.

LA EDAD MEDIA

Tras la muerte del emperador romano Teodosio en el 395 se dividió el Imperio Romano entre sus dos hijos: Arcadio se convirtió en el soberano de Oriente y Honorio, de Occidente. Pocos años después, en el 409, se produjo la entrada de los pueblos bárbaros del norte hacia el interior de la Península Ibérica: vándalos, suevos y alanos ocuparon en poco tiempo todo el territorio interior, y los dos últimos llegaron a territorio granadino.

Sin embargo, la ocupación más influyente a nivel social, cultural y arquitectónico en torno a la Vega de Granada, fue la musulmana. La Conquista de Iliberis, la Cora de Medina Elvira, Ilurco y toda la zona metropolitana de la actual Granada, debió darse a través de las armas por alguno de los hijos de Musa ben Nusayr hacia el 711-712 tras la batalla de Guadalete, aunque no se sabe con exactitud.

Al igual que los abundantes vestigios arqueológicos hallados (esculturas, cenotafios, epigrafía y numismática), también son muy importantes los diversos textos literarios que la mencionan en esta época. El Cerro de los Infantes debe su nombre a una batalla acaecida en 1245, en la que murieron combatiendo los dos Infantes Don Juan el de Tarifa y Don Pedro, donde se alzaba el Castillo de Velillos y donde hoy en día quedan parte de sus cimientos.

El nombre actual de Pinos Puente viene dado en esta época, cuando se le denominaba La Puente de Pinos, debido a que ejercía de aduana y control para los viajeros que pasaban por Sierra Elvira, la Vega, Moclín y núcleos poblacionales circundantes.

 

Puente de la Virgen

Puente de la Virgen, en la actualidad.

 

Es en ese momento cuando sucedió uno de los hitos más importantes de la historia del municipio: la visita de Cristóbal Colón. Tras la negativa del rey Juan II de Portugal, la búsqueda de mecenazgo lo llevó al Reino de Castilla, donde conoció a fray Hernando de Talavera (confesor de la reina Isabel de Castilla) y a la abadesa del Convento de Santa Clara, Inés Enríquez (tía de Fernando de Aragón). Estos le ofrecieron su apoyo, pero el Real consejo de Castilla rechazó su proyecto. Sin embargo, Talavera consiguió que la reina lo recibiera. En un principio se interesó, pero decidió que debía ser analizado por un grupo de expertos. Estos se reunirían en Salamanca y Córdoba durante varios años, pero finalmente llegaron a la conclusión de que era imposible aquella propuesta y que podía transgredir el Tratado de Alcaçovas.

Sin embargo, y a pesar de que la reina no lo rechazaba del todo, se encontraba en plena Reconquista de Granada. Por este motivo, Cristóbal Colón se desplazó en diciembre de 1491 al campamento real de Santa Fe (Granada) en un último intento de que la reina lo escuchara y lo ayudara. La victoria frente al último bastión musulmán que quedaba por expulsar de la Península Ibérica ya era palpable, el Reino de Granada estaba a punto de caer, por lo que la reina pensó seriamente en financiar a Colón en su proyecto de nueva ruta hacia las Indias. Sin embargo, sus duras exigencias le llevaron a la reina a negarse.

Dada la situación, Colón decidió partir hacia Francia en busca de otro benefactor. Pero fue en ese momento, que la reina Isabel la Católica cambió de parecer y ordenó a un emisario real llamar a Cristóbal Colón con el fin de hacerle saber que finalmente financiaría su proyecto. Cuentan las crónicas que Colón, que en ese momento se hallaba justo en el Puente de Pinos cuando fue encontrado por el emisario real y le dio la noticia que, sin imaginárselo siquiera, cambiaría el rumbo historia universal.

De esta etapa medieval nos han llegado diversos vestigios arqueológicos y de ingeniería hidráulica, como son las medias lunas y el mencionado puente de Pinos, que conforman un sistema de acequias, medias lunas o saltos de agua y de distribución de agua que recorren toda la vega granadina, y que siguen en uso en la actualidad.

Del mismo modo nos han llegado vestigios arqueológicos de lo que en su día fueron murallas, torres y antiguos castillos medievales, como es el caso del catalogado castillo de Pinos, de Zujaira y de Velillos. Además, la vega está plagada de diversos cortijos cuyo origen se remonta a antiguas alquerías árabes. Tal es el caso del cortijo de Alitaje, Ánzola o Zujaira, donde destacaremos la Casa Grande de Zujaria, conocida actualmente como Hotel Boutique.

LA EDAD MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

El siglo XVIII presenta a Pinos Puente como una pequeña población de apenas mil doscientos habitantes (268 vecinos registrados en el Catastro del Marqués de Ensenada) que se repartían entre el municipio y los 28 cortijos que lo rodeaban y se situaban en la vega. La sociedad era muy desigualitaria, ciertamente feudal, y los grandes propietarios residían fuera del municipio. La mayoría de las tierras eran posesión del Duque de Abrantes, de quien se conserva en la actualidad una casa en torno a la Iglesia.

 

Casa Señorial de Abrantes

Casa Señorial de Abrantes.

 

La mayor parte de sus vecinos se dedicaban exclusivamente a la agricultura y ganadería, ya fuese en las pequeñas propiedades que pudiesen poseer o como trabajadores asalariados de las grandes haciendas de la zona. Se practicaba una agricultura de secano, predominando el cultivo de cereales, leguminosas, vides, olivos, almendros, frutales, hortalizas, la remolacha, el lino el cáñamo, etc.

El último tercio del siglo XVIII y primero del XIX trajeron diferentes epidemias que, seguidas por el hambre, conllevaron como respuesta a que en la Vega se produjese una primera revolución agrícola ligada al lino y el cáñamo que trajo consigo un aumento significativo de la población que se incrementaría aún más a posteriori con la industria de la remolacha azucarera.

Sin embargo, fueron las desamortizaciones las que propiciaron grandes cambios en la localidad con la liberación de los bienes inmuebles de diferentes órdenes religiosas: La Casería de Ánsola, el Cortijo de la Trinidad, el Cortijo de Palomares y el Cortijo de Santa Ana entre otros, fueron subastados y adquiridos por propietarios forasteros al municipio.

 

Iglesia de Ánzola

Iglesia de Ánzola, en la actualidad.

 

Esto, unido al reciente aumento de la demanda de lino y cáñamo, llevó a la necesidad de un mayor número de mano de obra, que se vio incrementada hasta el punto de que muchos jornaleros inmigraron a Pinos Puente en busca de trabajo.

Pero esta bonanza duró sólo hasta la Guerra de la Independencia, que trajo consigo la caída de los precios y supuso la ruina de muchas familias al tener que abastecer obligatoriamente a las tropas que pasaban por la localidad.

En este sentido, los inicios del siglo XIX fueron difíciles. La caída del precio de los cereales, la sustitución del cultivo del cáñamo y el lino por otras fibras más baratas como el yute o la pita, unido a las nuevas reformas agrarias liberales, supuso el incremento de las desigualdades sociales y el descontento general de los habitantes, además de una mayor dependencia de los grandes propietarios.

Sin embargo, la expansión de la remolacha azucarera de regadío surgiría como una respuesta a todos estos problemas.  Su puesta en escena en Europa había sido fructífera y la Vega granadina ofrecía las tierras idóneas para su desarrollo. De este modo, en la última década del siglo XIX una nueva política arancelaria unida a la pérdida de colonias americanas hizo que la remolacha del azúcar alcanzara un gran desarrollo, de tal forma que  la Vega granadina llegó a producir en estos años más del 90% de la producción a nivel nacional.

En este sentido, las primeras décadas del siglo XX continuaron siendo muy prolíferas, y se llevó a cabo la construcción de numerosas fábricas azucareras. Tal es el caso del “Ingenio de San Fernando” (1884) y “La Vega” en Atarfe, “Conde de Benalúa” (1890) en Láchar, “Señor de la Salud” (1890) en Santa Fe, “Nuestra Señora del Rosario” (1890) y “Nuestra Señora del Carmen” (1890), “Nueva Rosario” (1905) ambas construidas en Pinos Puente.

Esta industrialización trajo consigo grandes cambios en la producción y estructura agraria de la Vega granadina pues hubo toda una renovación de las técnicas de cultivo, lo que a su vez produjo una serie de consecuencias, como la necesidad de una gran cantidad de mano de obra y la mejora de las vías de comunicación terrestres, como la implantación del tranvía, dado el alto número de tonelaje que se transportaba a diario.

 

La Vega vista desde Pinos Puente

La Vega, vista desde Pinos Puente.

 

De este modo, la industria remolachera multiplicó la actividad económica en Pinos Puente, llegando a alcanzar las 18.000 toneladas por año en la década de los veinte. Además, también se produjo un desarrollo de la industria alcoholera, que también se unió a todos estos nuevos cambios.

Sin embargo, en los años treinta vendría una época difícil para este naciente desarrollo industrial pinero. El déficit de potasio causado por el agotamiento de las tierras llevó a una crisis remolachera que desembocaría posteriormente en la caída y fin de su producción.

En los años posteriores se implantó el cultivo de los alimentos básicos que cubrían las demandas del periodo de posguerra, como fueron la patata, el maíz, e incluso el tabaco, del que nos han quedado numerosos secaderos esparcidos por la vega pinera.

Igualmente, también se empezó a cultivar diversas verduras, hortalizas, frutales y choperas hasta la actualidad.

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